El fútbol ya no es lo que era antes. Su espectacularidad, la emoción y las maneras de sancionar han tenido un cambio radical a lo largo de los años. También hay que mencionar que el dramatismo de los mismos jugadores, en buscar la falta, perder tiempo y bajar la velocidad del juego, ha aumentado a otro nivel. Pero, los árbitros han tenido una inmensa responsabilidad en cambiar el dinamismo y, al igual que el mecanismo de los partidos. Los árbitros ya no disimulan su interés en el terreno de juego. Sus intenciones o favoritismos son claramente reflejados en cada silbato.
Los técnicos son muy calculadores en la preparación de sus partidos, conocen muy bien a su rival, tanto sus fortalezas como debilidades. Los árbitros carecen de conocimiento sobre las características de los equipos y sus miembros, se olvidan de quién hace el “show” y no tienen la capacidad de identificar cuál está actuando con honestidad y cuál se está aprovechando del momento. El árbitro tiene la responsabilidad de garantizar que se respeten las normas y de hacer valer la justicia por encima de cualquier circunstancia. Pero el dinero y el soborno están predominando su profesionalidad. Para nadie es un secreto que los billetes fluyen como corrientes de agua a favor de los intereses de muchos equipos. Algunos casos ya se conocen y otros están a escaso tiempo de ser revelados.
¿Dónde queda el objetivo de ser árbitro? Pero, sobre todo, ¿dónde quedan las reglas? Se ha visto claramente en muchos partidos que las normas no son iguales para todos. Cada árbitro sanciona como le convenga mejor. Determinadas pautas se aplican para unos atletas y para otros no. ¿Para qué y para quiénes existen estos reglamentos?
El fútbol se mancha cada vez más y la grieta entre justicia y hacer cumplir las reglas se amplía progresivamente. La pasión por este deporte se vive en la sangre y el aficionado jamás dejará de alentar a su equipo, pero sí que se cansa de la falta de coherencia en las sanciones. La FIFA está perdiendo el control de la situación y las tarjetas rojas ya no sirven. Tarjeta roja a los que se dejan manipular, sobornar, traidores, y se olvidan del profesionalismo, del deporte, y de los aficionados que viven el fútbol con fervor y por amor.
Redacción de: Mariana Jiménez