Durante seis años, la administración de Andrés Manuel López Obrador apostó por una controvertida estrategia de “abrazos, no balazos” para combatir el crimen organizado en México, enfocándose en programas sociales sobre el uso de la fuerza. Sin embargo, a un mes del inicio del mandato de Claudia Sheinbaum, sucesora de López Obrador, una serie de operativos militares y enfrentamientos violentos parecen indicar un cambio de enfoque en la política de seguridad nacional.
La presidenta Sheinbaum ha evitado abiertamente referirse a la estrategia de “abrazos, no balazos” y ha insinuado un giro en el discurso oficial. “No se trata de abrazos para criminales, nadie ha dicho eso”, comentó la mandataria, en alusión a que los programas sociales están destinados a jóvenes de escasos recursos para prevenir su reclutamiento por parte de los cárteles. Aunque Sheinbaum ha prometido continuar con las políticas de López Obrador, su reticencia a emplear el lema de su predecesor parece confirmar una diferencia en la ejecución de la estrategia de seguridad.
Un panorama criminal más complejo
México se enfrenta a un nuevo contexto criminal en el que los cárteles están más diversificados y enraizados en el tráfico de migrantes, utilizando en muchos casos reclutas extranjeros y adolescentes para sus operaciones. Los enfrentamientos han dejado un saldo de transeúntes y migrantes fallecidos, destacando un desbalance en las bajas reportadas, donde numerosos sospechosos mueren sin que se reporten heridos entre las fuerzas de seguridad.
Una de las realidades más difíciles que enfrenta la administración de Sheinbaum es el creciente involucramiento de los cárteles en el tráfico de migrantes, negocio que ha cobrado gran relevancia debido a que muchos migrantes, de lugares tan lejanos como Asia y África, pagan sumas mucho mayores a las que antes abonaban los centroamericanos que cruzaban el territorio mexicano. Este flujo de personas ha dado lugar a prácticas como el uso de migrantes como escudos humanos o, incluso, como combatientes en los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.
La estrategia de seguridad de Sheinbaum mantiene la decisión de continuar la militarización de las fuerzas del orden público, medida que ha sido altamente cuestionada desde que López Obrador la implementó. Esta política de encomendar a los soldados tareas para las que no están entrenados aumenta las probabilidades de bajas entre inocentes mientras crece la desconfianza hacia las fuerzas de seguridad.
Los primeros días del gobierno de Sheinbaum han dejado en claro que el panorama del crimen en México se ha transformado en los últimos seis años y que el país enfrenta una red criminal más compleja y diversificada. Aunque aún no se ha anunciado un cambio oficial en la estrategia de seguridad, el incremento en los operativos militares contra el crimen organizado sugiere un enfoque menos tolerante hacia las actividades de los cárteles.
Redacción de: Karen Rodríguez A.