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Crónica de un regreso

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La experiencia de un estudiante internacional con COVID-19

Por Karolina Droscova, estudiante de la Universidad de Toronto

La línea de tiempo

El viernes 13 de marzo, nuestra universidad anunció que todos los cursos serán online.

El domingo 15 de marzo, anunciaron que los estudiantes no tendrían que regresar al campus para los exámenes finales.

El lunes 16 de marzo por la mañana, yo decidí regresar rápidamente a la República Checa. Reservé un vuelo, empaqué todas mis pertenencias en 6 horas, y me fui esa noche sin siquiera despedirme de todos mis amigos.

¿Por qué apresurarse tanto?

En ese momento, la situación en Europa se había convertido en una epidemia en toda regla. El gobierno de mi país ya había declarado el estado de emergencia, cerrado las fronteras, ordenado un confinamiento e impuesto una cuarentena obligatoria de 14 días para cualquiera que regresara del extranjero. La probabilidad de que yo llegara a casa se haría más pequeña con cada día que me quedaría en Toronto…

El camino de regresos

Dejé la residencia de estudiantes llevando una máscara facial y guantes, teniendo cuidado de no tocar nada en mi camino. El TTC, así como el vuelo a Europa, fueron los más vacíos que he experimentado.

Debido al fronteras cerradas no había vuelos a Praga, así que sólo podía volar a Frankfurt. Eso, en sí mismo, era muy arriesgado. Alemania no sólo es ahora uno de los países más infectados en Europa, sino que no había garantía de que pudiera llegar a la República Checa desde allí debido a que mi país no dejaba entrar a ningún extranjero, simplemente no había vuelos, ni trenes, ni autobuses, absolutamente nada que me ayudara a cruzar la fronteras. Decir que estaba estresada todo el vuelo sobre cómo llegaría a casa sería un eufemismo.

Al final, mi padre logró obtener la aprobación del gobierno para salir temporalmente del país con el fin de recogerme. Sin embargo, desde el momento en que él salió del país, aunque solo fue por unas horas, él también tuvo que entrar en una cuarentena de 14 días conmigo.

La vida en cuarentena

Cuando me bajé del avión y mi padre estaba esperándome, ni siquiera se bajó del auto. Puse mi equipaje en el maletero y me senté en el asiento trasero donde encontré un respirador nuevo y un desinfectante de manos. No podíamos abrazarnos, no podíamos darnos la mano, NADA. Fue la peor bienvenida que podría imaginar después de no ver a mi familia durante varios meses.

Sin embargo, entendí las razones. Después de haber estado en dos aeropuertos, un avión, un tren y un metro, incluso si yo era extremadamente cautelosa acerca de mantener mi distancia de todo, todavía había una posibilidad de que contrajera el virus.

Cuando llegamos a casa, no pude abrazar a mi mamá, no podía acariciar a mi perro ni a mi gato. En vez de eso, tuve que lavarme las manos detenidamente y mi mamá me dio un cesto de lavandería donde tuve que poner toda mi ropa para que pudiera lavarla con un desinfectante, todo hecho llevando guantes y una máscara. Y así es como comenzó mi cuarentena de 14 días.

En el momento de escribir esta nota , es el día 11 que no puedo salir de mi habitación. Mi mamá me deja comida en mi puerta, y sólo puedo interactuar con otros miembros de la familia si uso una máscara. Cualquier cosa que toque, mi mamá debe desinfectar. La única vez que se me permite salir de la casa es en las primeras horas de la mañana para pasear al perro. 

El aislamiento es devastador, pero sé que es esencial para mantener a mi familia a salvo. Todavía no estoy mostrando ningún síntoma al parecer nadie en casa se ha visto afectado todavía. Solo 3 días más, y tal vez podamos tener una noche de juegos de mesa, o una noche de cine, o literalmente cualquier cosa que rompa este apartamiento intolerable.

Quién habría pensado que así es como terminaría el primer año de mi experiencia universitaria en Toronto…

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