Un nuevo estudio publicado en la revista JAMA Network Open ha encontrado que las personas que pierden peso de manera sostenida durante la mediana edad pueden obtener beneficios significativos para la salud a largo plazo, incluyendo una reducción del riesgo de enfermedades crónicas y una menor probabilidad de morir por cualquier causa.
La investigación analizó datos de aproximadamente 23.000 personas en tres cohortes diferentes, con información recolectada entre 1964 y 2013. Los participantes fueron clasificados según su índice de masa corporal (IMC) y los cambios de peso experimentados. Aquellos que lograron una pérdida de peso promedio del 6,5% de su masa corporal, sin intervención médica o quirúrgica, presentaron mejoras notables en su salud en las décadas siguientes.
Menor riesgo de enfermedades y muerte
El estudio mostró que las personas que redujeron su peso en la mediana edad tuvieron menor incidencia de enfermedades como infartos, accidentes cerebrovasculares, ciertos tipos de cáncer, asma y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) en la vejez. Asimismo, presentaron una tasa de mortalidad más baja en los 35 años posteriores al cambio de peso.
Estos resultados se obtuvieron en un contexto previo a la disponibilidad generalizada de medicamentos y cirugías para bajar de peso, lo que indica que los beneficios estaban asociados principalmente a modificaciones voluntarias del estilo de vida, como mejoras en la dieta y aumento de la actividad física.
A pesar de la solidez de los datos, los expertos señalan algunas limitaciones. El estudio fue realizado en poblaciones europeas blancas, lo que puede dificultar la extrapolación a otros grupos étnicos. Además, el IMC, usado como principal indicador, no distingue entre masa muscular y grasa corporal, ni refleja la distribución de la grasa, un factor relevante en los riesgos para la salud.
El estudio fue de carácter observacional, lo que implica que no se puede establecer una relación de causalidad directa entre pérdida de peso y menor riesgo de enfermedad o muerte. Sin embargo, sugiere una fuerte asociación entre ambas variables, probablemente mediada por hábitos de vida saludables.
Las autoridades sanitarias recomiendan mantener una dieta equilibrada, como la dieta mediterránea, y realizar al menos 150 minutos de ejercicio aeróbico moderado por semana, combinado con actividades de fortalecimiento muscular.
Además de los cambios individuales, el estudio subraya la necesidad de abordar la obesidad como un problema estructural. Esto incluye facilitar el acceso a alimentos saludables y espacios seguros para la actividad física como parte de una estrategia más amplia de salud pública.
Redacción de: Karen Rodríguez A.
