Tras más de dos décadas de conversaciones, la Unión Europea (UE) y el Mercosur todavía no logran concretar un acuerdo comercial que promete ser uno de los más importantes del mundo, abarcando 700 millones de personas y el 25% del PIB global. Aunque en 2019 se presentó un borrador inicial, desacuerdos sobre aspectos económicos, ambientales y políticos mantienen el tratado en pausa, generando tensiones tanto en Europa como en Sudamérica.
El objetivo del acuerdo es crear una zona de libre comercio que facilite la exportación de bienes al reducir aranceles y barreras comerciales. Para la UE, esto significaría mejores condiciones para la exportación de automóviles, maquinaria y productos químicos, mientras que el Mercosur ganaría acceso privilegiado a los mercados europeos para productos agrícolas como carne, azúcar y aves de corral. Sin embargo, las diferencias internas entre los miembros de ambos bloques han impedido que se concrete el pacto.
El tratado cuenta con el respaldo de países europeos como Alemania, España e Italia, que ven al Mercosur como un mercado clave para sus industrias. En Sudamérica, líderes como el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y el argentino Javier Milei apoyan el pacto como una oportunidad para fortalecer el comercio y diversificar las relaciones económicas, especialmente frente a la influencia china.
Por el contrario, Francia lidera la oposición, argumentando que el acuerdo no aborda adecuadamente las preocupaciones ambientales ni protege a sus agricultores. El presidente Emmanuel Macron ha insistido en renegociar el tratado para incluir “cláusulas espejo” que impongan estándares equivalentes a los productos intercambiados entre ambos bloques.
Retos de los agricultores europeos e impacto ambiental
El sector agrícola de la UE, especialmente en Francia, se opone al acuerdo. Los ganaderos temen que la llegada de productos sudamericanos, respaldados por menores costos laborales y regulaciones menos estrictas, desplace a los productores locales. Según la Comisión Europea, productos como 99.000 toneladas de carne de res y 180.000 toneladas de carne de ave entrarían al mercado europeo con reducciones arancelarias, lo que representa una amenaza directa para los agricultores de la región.
A las preocupaciones económicas se suman las ambientales. Una auditoría reciente de la Comisión Europea reveló que Brasil, el mayor exportador mundial de carne vacuna, no puede garantizar que sus productos estén libres de hormonas de crecimiento prohibidas en Europa, como el estradiol 17-β.
Grupos ambientalistas han señalado que el acuerdo podría acelerar la deforestación en la Amazonía y fomentar el uso de pesticidas dañinos en Sudamérica. Greenpeace y otros colectivos han advertido que el tratado contradice los compromisos ambientales asumidos por la UE, especialmente en el contexto de la crisis climática global.
La cumbre del Mercosur, prevista para diciembre en Uruguay, podría marcar un avance en las negociaciones. Sin embargo, incluso si se logra un acuerdo, este debe ser ratificado por los 27 estados miembros de la UE, el Parlamento Europeo y los parlamentos nacionales.
Para sortear posibles bloqueos, la Comisión Europea ha sugerido dividir el tratado en dos: un acuerdo de cooperación general y otro centrado en el comercio. Este último solo requeriría una mayoría simple en lugar de unanimidad, lo que debilitaría la capacidad de veto de Francia y otros países opositores.
Redacción de: Karen Rodríguez A.