Un poderoso sismo de magnitud 6,1 sacudió una región rural y montañosa del este Afganistán la madrugada del miércoles, matando a 1.000 personas e hiriendo a 1.500 más en uno de los terremotos más mortíferos en décadas, comunicó la agencia estatal de noticias. Las autoridades advirtieron que el número ya sombrío aún puede aumentar.
La información del área remota cerca de la frontera con Pakistán seguía siendo escasa, sin embargo, las primeras imágenes de las aldeas escondidas entre las ásperas montañas mostraban a los residentes rebuscando entre los escombros de las casas de piedra y adobe derrumbadas.
El desastre representó una gran prueba para el gobierno talibán de Afganistán, que tomó el poder hace casi 10 meses cuando Estados Unidos y sus aliados de la OTAN se preparaban para retirarse del país y ha sido rechazado en gran medida por la comunidad mundial desde entonces.
Los rescatistas acudieron al área en helicóptero, pero es probable que la respuesta sea complicada ya que muchas agencias de ayuda internacional abandonaron Afganistán después de que los talibanes tomaron el poder. Además, la mayoría de los gobiernos desconfían de tratar directamente con los talibanes, una reticencia que podría retrasar el despliegue de ayuda de emergencia y los equipos que normalmente se envían después de tales desastres naturales.
En un movimiento inusual, el solitario líder supremo de los talibanes, Haibatullah Akhundzadah, que casi nunca aparece en público, pidió a “la comunidad internacional y a todas las organizaciones humanitarias que ayuden al pueblo afgano afectado por esta gran tragedia y que no escatimen esfuerzos para ayudar a los afectados”.