La enfermedad es endémica en varias partes de África central y occidental desde la década de 1970 y cada año unas dos mil personas del continente padecen la infección.
No obstante, la propagación del virus -en fecha reciente- a 77 países del orbe activó las alarmas de los funcionarios de salud pública.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró emergencia global el brote de viruela símica e hizo un llamado al mundo para abordar la equidad de la distribución de vacunas y apoyar, especialmente, a los países africanos.
Los inmunógenos diseñados para la viruela común proporcionan un grado de protección cruzada contra la viruela del mono y se estima que hay más de 116 millones de dosis repartidas entre varias reservas nacionales, la mayoría en manos de Estados Unidos.
Antes de declarar el brote, los Estados más ricos se comprometieron a repartir 31 millones de vacunas si la OMS las solicitaba como parte de la Reserva de Emergencia de Vacunas contra la Viruela, en un momento de necesidad internacional.
No obstante, hasta la fecha ningún país del primer mundo comparte vacunas o tratamientos con África y algunos expertos temen que la atención global hacia el virus merme pronto, pues Europa y Norteamérica registran descensos de casos en más del 50 por ciento.
“Este sería un buen momento para atender las necesidades del continente africano, sin embargo, aún no recibimos vacunas ni tratamientos antivirales”, advirtió la directora de la OMS para África, Matshidiso Moeti.
Al respecto, la agencia sanitaria del sistema de las Naciones Unidas indicó la puesta en marcha de un mecanismo de intercambio de vacunas, pero hay escasos detalles.
La inequidad en la distribución y el acaparamiento de los países más poderosos recuerda la desigualdad observada durante la pandemia de Covid-19, donde África fue uno de los más desatendidos.