El mandato de Boris Johnson como líder británico estuvo marcado drama y varios escándalos. Este martes dejó el cargo con un encogimiento de hombros casual a modo de despedida: “Bueno, esto es todo, amigos”.
El último discurso del primer ministro frente al número 10 de Downing Street, pronunciado antes de ofrecer su renuncia a la reina Isabel II, fue un estilo Johnson clásico: una mezcla quijotesca de humor, erudición clásica, ego y una relación elástica con la verdad. Dejó a muchos observadores preguntándose si este es realmente el fin de un líder que durante mucho tiempo ha desafiado la gravedad política.
“Fue un discurso clásico de Boris”, indicó Hannah White, directora interina del grupo de expertos del Instituto para el Gobierno. “Estaba muy centrado en él y sus logros. Sin embargo, creo que está bastante claro que se está lamiendo las heridas. Él entiende que si se aleja en este momento, seguirá siendo una figura influyente. Y creo que estará esperando su momento”.
Para los fanáticos de Johnson, el discurso fue un momento para lamentar la partida del primer ministro moderno más entretenido de Gran Bretaña, y tal vez para alimentar una llama para su regreso. Para los críticos, fue un recordatorio de por qué su administración colapsó en un escándalo antes de que pudiera cumplir con los elevados objetivos políticos de Johnson.