Una nueva investigación publicada en la revista Frontiers in Psychology ha identificado una posible relación entre el consumo de productos lácteos, los hábitos alimentarios poco saludables y un aumento en la frecuencia e intensidad de las pesadillas. El estudio se basó en encuestas autodeclaradas de más de 1.000 estudiantes de la Universidad MacEwan, en Edmonton, y fue dirigido por el Dr. Tore Nielsen, del Laboratorio de Sueños y Pesadillas de la Universidad de Montreal.
Los resultados revelan que aproximadamente un tercio de los participantes reportó experimentar pesadillas de manera regular. Entre este grupo, quienes informaron tener sensibilidades alimentarias, en particular, intolerancia a la lactosa, fueron significativamente más propensos a sufrir trastornos del sueño y sueños emocionalmente negativos o intensos.
Los síntomas de la intolerancia a la lactosa mostraron una asociación directa con la gravedad de las pesadillas, lo que sugiere una posible conexión fisiológica entre malestares gastrointestinales provocados por los lácteos y alteraciones en la experiencia onírica.
Además de la intolerancia a la lactosa, el estudio también examinó el impacto general de los hábitos alimentarios. Se clasificó a los participantes según la calidad de su dieta: aquellos con patrones alimentarios poco saludables —como saltarse comidas, consumir comida rápida o comer tarde por la noche— mostraron mayor frecuencia de sueños negativos, aunque no necesariamente pesadillas completas.
Otro hallazgo relevante fue la percepción generalizada, aunque limitada, de que ciertos alimentos afectan los sueños. Entre los productos más citados como detonantes figuraron los postres y los productos lácteos, categorías que muchas veces se solapan.
Si bien el estudio halló asociaciones significativas, sus autores advierten que los datos autodeclarados presentan limitaciones metodológicas y no permiten establecer relaciones causales definitivas. Según los investigadores, será necesario realizar estudios experimentales controlados que comparen grupos con diferentes dietas previas al sueño para comprender mejor los mecanismos detrás de estos efectos.
La investigación también exploró el fenómeno del “comer nocturno inconsciente”, un comportamiento observado en una pequeña parte de los encuestados, que también fue considerado dentro de los hábitos alimentarios poco saludables.
Aunque la evidencia sobre cómo la dieta afecta directamente los sueños aún es incipiente, este estudio contribuye a un creciente cuerpo de investigaciones que sugieren que lo que se consume antes de dormir podría influir no solo en la calidad del sueño, sino también en su contenido.
Redacción de: Karen Rodríguez A.