En una entrevista, el papa Francisco declaró que la homosexualidad no es un delito. Condenó a los países que mantienen en sus legislaciones la criminalización de la homosexualidad y exortó a los prelados católicos a que acogieran en la iglesia a todas las personas, independientemente de sus orientaciones sexuales.
El pontífice reconoció que algunos obispos tienen dificultades para aceptar que todos los ciudadanos son igualmente dignos ante los ojos de Dios. Estos obispos deben pasar por un proceso de conversión, aseveró. Esas actitudes están asociadas a orígenes culturales, dijo.
Por otro lado, Jorge Bergoglio manifestó que si bien es verdad, ser homosexual no es un delito, sí es un pecado. Estas declaraciones incomodaron a muchos fieles que profesan esa religión y despertaron la suspicacia de algunos devotos, que prefieren pensar que pecado, sería más bien discriminar a alguien o tener una mirada diferente apenas por su orientación sexual.
El papa, ciertamente se refería a los países que en pleno siglo XXI todavía penalizan las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, en algunos de ellos, inclusive condenándolas a la pena de muerte. Francisco consideró esas leyes injustas y dijo que la iglesia debe luchar para acabar con ellas.
Cuando el papa dice que la Iglesia Católica enseña que la homosexualidad es un pecado, está siendo coherente, porque por definición, un pecado es un pensamiento, palabra o acción, que en una determinada religión, se considera que va contra la voluntad de Dios o los preceptos de esa religión. Así, para los seguidores de esa religión, los homosexuales serían pecadores.
Redacción de: Javier Antúnez de Mayolo – Teólogo ignóstico