Timothy Atik (Tik) Mason tiene amenos recuerdos de la infancia cuando abordaba un gran avión que lo llevaría de Winnipeg a sus seres queridos en su comunidad natal de St. Theresa Point First Nation en el norte de Manitoba.
“Era como esta máquina mágica grande, enorme cuando yo era un niño”, expresa Mason en una entrevista con The Canadian Press.
“A una edad muy temprana desarrollé este tipo de asombro al respecto”.
El hombre de 43 años actualmente pilotea esos aviones.
Mason pasó sus primeros años en St. Theresa Point antes de mudarse al sur a Winnipeg. Solamente se puede acceder a la comunidad Oji-Cree por avión o por una carretera de hielo en invierno, por lo que muchos residentes se familiarizan con el vuelo a temprana edad.
Estos viajes de regreso a casa despertaron un interés que continuaría latente durante décadas.
Mason trabajaba como cantinero, pero buscaba una mayor estabilidad profesional cuando uno de sus clientes se ofreció a llevarlo a volar como gesto de agradecimiento.
“Simplemente encendió (algo) en mí, como una bombilla. Como, esto es lo que estoy buscando: estar en el aire y tener ese tipo de libertad y esa sensación de estar siempre al tanto de las cosas”.
Inició su entrenamiento de vuelo en 2016 y el otoño pasado, sus aspiraciones de la infancia se cerraron cuando aterrizó un turbohélice Dash 8 en su comunidad natal.
El año pasado, Mason fue contratado como piloto en Thompson, Man y recientemente ayudó a desarrollar un programa para dar a los aspirantes a pilotos indígenas en el norte de Manitoba la oportunidad de entrenar más cerca de casa.
“Creo que siempre quiso ser un modelo a seguir y ver que los jóvenes de las comunidades de las Primeras Naciones pudieran alcanzar sus metas” comenta su padre, Roy Mason.
Cuando Mason recuerda sus elecciones de carrera, piensa en el nombre de la medicina que le dio un anciano. Se traduce como “Sonidos del cielo”.